Si me lanzo y está vacío,
si no hay nadie en el otro extremo de la cuerda
Y tiro
Y tropiezo
Otra vez
A mi corazón le gusta el riesgo.
Pero a mi conciencia le cuesta asimilar la hostia que viene después.
Así que, me detengo al borde del precipicio,
suelto la cuerda que empezaba a escocer.
Nuestros ojos no se encuentran, ¿dónde miran los tuyos?
Doy media vuelta, sin dejarme caer.
No quiero complicarme, no voy a volver.
Marta R.
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